CAPÍTULO V El derecho alemán y la lucha por el derecho
INTRODUCCIÓN
Hace de esto ya sus cuarenta años, Leopoldo Alas, Clarín en el mundo de las Letras, estudiaba con entusiasmo, con el que ponía en todas sus labores, las obras del gran romanista Ihering, el artista insuperable del Derecho, que quizá atraía a Clarín más como artista que como jurisconsulto. Por aquel entonces, leía Alas El espíritu del Derecho romano. Cierto día – lo recordamos con perfecta claridad- llegábamos a la tertulia que teníamos en una mesa en Fornos, con un folleto del profesor alemán, de quien todas aquellas tardes Alas nos hablaba. Lo habíamos encontrado curioseando en la biblioteca de don Manuel Pedregal, biblioteca que fue nuestra gran mina en los años del aprendizaje madrileño; una excelente biblioteca de hombre público y de jurista, en la que tropezábamos siempre con los últimos libros, al día; así eran aquellos políticos de la Revolución: Salmerón, Azcárate, Moret, Gabriel Rodríguez Pedregal...Gentes curiosas, cultas, de cátedra o de Ateneo, y gentes de ideas y de acción...
Pues bien: llegábamos aquella tarde con el folleto de Ihering LA LUCHA POR EL DERECHO, ansiosos, impacientes, seguros de darle un buen rato al maestro, a quien ya debíamos mucho, muchísimo. Alas recogió el folleto, que allí mismo empezó a leer, y se lo llevó. Al día siguiente nos decía Leopoldo:
- ¿ Porqué no traduce usted este folleto? Yo le pongo un prólogo.
Y he ahí toda la historia de este librito, al que tenemos especialísimo afecto: fue el primero en que figuró nuestro modestísimo nombre.
Don Victorino Suarez aceptó cariñoso nuestra proposición de editar el librito.
Se tradujo el folleto de Ihering, y allá en Oviedo corregimos con Alas las pruebas. A la vez, escribía Clarín el prólogo, en el cual reflejaba y razonaba una posición de su alma inquieta y entusiasta. Fue, en efecto, el prólogo al trabajo de Ihering ocasión adecuada para que Leopoldo – discípulo de Giner, cuyas enseñanzas recogiera años antes en su clase del doctorado – desahogase su espíritu entonces en actitud de protesta frente a la pobreza de ideales, asfixiante como nunca, en tales días.
El prólogo a Ihering, de Clarín, escrito casi de un tirón, en Oviedo, estimábalo Giner como uno de los trabajos de más intensa profundidad y de más substancia de nuestra literatura filosófica-jurídica: muy rectamente pensado y nítidamente escrito, como obra de pensador y literato.
El maestro de la Central solía leer en su clase de Filosofía del Derecho algún trozo del prólogo de Alas ( o de su estudio sobre El Derecho y la Moralidad), callándose el nombre del autor, y preguntaba:
-Vamos: ¿de quién será esto?
Y los discípulos citaban nombres y nombres de los grandes...
- ¡No,no!- decía el maestro-: el trozo es de Leopoldo Alas.
Con emoción profunda recorremos ahora las pruebas de esta nueva edición de LA LUCHA POR EL DERECHO. Folleto y prólogo avivan en el alma recuerdos de días inolvidables de lejana juventud. Por instantes parécenos oír de nuevo a Alas leyéndonos su prólogo; y, como entonces, experimentamos la sensación de escuchar una voz genial, de gran pensador y de soberano artista. Que este prólogo, luminoso, escrito en 1881, conserva toda su fuerza; merece ser leído y estudiado ahora; profetizó a veces; tiene, en general la perenne oportunidad de los escritos concebidos con alma de filósofo y ejecutados con pluma de artista, como obra de quien sabe llegar a la esencia de las cosas y evocar ideas de valor eterno.
ADOLFO POSADA
( A bordo del Infanta Isabel de Borbón.)
8 de abril de 1921
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